El exceso nos persigue en todas sus formas... 

Vivimos en equilibrio psíquico lábil. Necesitamos tanto...

A menudo carecemos de manejo de tantas necesidades y caemos en prácticas excesivas: fumamos, bebemos, comemos o gozamos sexualmente en exceso.

Este exceso de consumo parece buscar una suerte de anestesia frente al dolor y la ansiedad que nos provoca tanta carencia. ¿Qué nos falta? ¿Por qué estamos nostálgicos? ¿De qué tenemos nostalgia? ¿Qué tememos tanto? Por qué el exceso autodestructivo?

¿Es simple ignorancia o falta de voluntad o es enfermedad del espíritu, algún grado de insania mental?

La atracción que ejerce sobre nosotros, por ejemplo, un cuerpo hermoso traspasa toda expectativa y, por lo mismo, la carencia de satisfacción de los deseos vinculados a él, genera desorden anímico y labilidad emocional. En caso de fijación exagerada el ánimo se torna incluso psicopático, es la conducta del seductor que no acepta un no por respuesta y llega a la violencia rabiosa de la frustración y el despecho.

Nos movemos en el filo de una navaja, como se dice del camino de la salvación en aquella novela memorable. Quedamos abandonados a una voluntad ciega, presa de apetitos y nostalgias antiguas como el alma humana. La música nos exalta el espíritu, nos pone alegres o eufóricos, tristes o depresivos; la danza genera un torrente de sangre que levanta el ánimo y puede llevarnos al éxtasis.

En estos estados olvidamos por un rato la ansiedad que nos produce la vida, la incertidumbre radical de la vida que es la muerte. Todos más o menos claramente la intuimos a nuestro lado, siempre rondándonos, siempre auscultando nuestro corazón, cuyos latidos se oponen vehementemente a la parálisis mortal.

Paradójico es, entonces, que si no queremos morir, fumemos, bebamos, consumamos drogas que sabemos dañan los órganos de nuestro cuerpo. ¿Es que en verdad queremos morir y como un suicida demente apuramos la copa del veneno para acabar de una vez con este entreacto de la existencia que es la vida, al igual que con frenesí buscamos el orgasmo más dulce que hayamos vivido, para anular tanto dolor, para vencer a la muerte en el abrazo de los amantes? Eros y Thanatos...

Para mí está claro que consumimos como si quisiéramos abarcar el mundo entero, todo su placer y esperanza. El arte de vivir ha de ser, por tanto la maestría en el exceso, en un territorio extraño al intelecto, más asequible al arte en cualquiera de sus formas, al sueño, a la adivinación, al enamoramiento, a la embriaguez, al éxtasis.

Los diques de la razón podrán contener las nostalgias del alma, pero tarde o temprano reventarán para dejar salir las aguas estancadas de quienes no han vivido y no han experimentado el exceso. Éste nos centra, nos devuelve al mundo, reconciliados por un tiempo, dispuestos al trabajo y a la vida en familia, incluso al ejercicio y la sobriedad.

El carnaval despliega en días y noches de arrebato los recuerdos más recónditos del alma humana, su trasfondo animal y su nostalgia de libertad espiritual.

Gerardo Santana Trujillo

Voluptas