Parque nacional Conguillío: a la izquierda capas de sedimento volcánico y el río Truful Truful; al medio, el lago Conguillío con el Volcán Llaima; a la derecha un mallín en el alto, frente a la sierra Santa Ester, en el sendero El contrabandista.

Este verano nos atacó duro el calor y la sequedad. El bosque ardió desde mediados de enero y la autoridad sólo fue activa para lamentarse y culpar a otros por el mayor desastre ecológico de los últimos tiempos. La estupidez y la insensibilidad ante el bosque nativo van juntas en nuestros dirigentes.

¡Chile país turístico! ¡Qué ironía!

En el mismo ámbito, nos cabe a todos la responsabilidad de intervenir en la polémica desatada por el proyecto Pumalín, pues en ella quedan en evidencia las actitudes básicas que se repiten frente al tesoro natural chileno. Unos se mueren de envidia por las ganancias que no embolsarán y otros que lo dan todo para estar de lado del bosque se ven confrontados con la difamación y la burocracia.

Primero fue el jefe de los demócratas, el señor Zaldívar, en entrevista dada a El Mercurio, aparecida el domingo 3 de febrero de 2002 y ahora el señor Burr Cerda, en la página Tribuna de El Mercurio del domingo 24 de febrero de 2002 quienes se permiten desacreditar un proyecto magnífico.

¿Habrán visto estos dos señores el programa Al sur del mundo de UC Televisión (10 de feb. 2002) sobre el proyecto Pumalín?

Más les valdría, pues no cabe en ninguna cabeza sensata querer otra cosa para esas tierras que lo pretendido por el proyecto en cuestión.

¿Cuáles serán los intereses creados en el señor Zaldívar, que le hacen tan recalcitrante oponente de este proyecto?

Genera inquietud que un personaje tal haya tomado las riendas de la DC. Se lee entre líneas su intención de presionar a la ministra Aylwin para que no firme la ratificación de Pumalín como santuario de la naturaleza. ¿Tendrá la opinión pública ocasión para informarse y decidir sobre asunto tan importante?

Debemos actuar para impedir que personas como la susodicha, moviendo sus influencias, pueda salirse con la suya y seguir al servicio de hombres de negocios, quienes nos hablan de explotación racional del bosque, cuando en verdad se trata de lograr ganancias rápidas, justificadas por un discurso que iguala árboles y conceptos, que da por real su predilección nihilista. 

El señor Burr Cerda, por su parte, nos ofrece tres alternativas: ¿santuario de la naturaleza, nuevo santuario ideológico de la izquierda o negocio del siglo?

Puedo responder a este dogmático señor que en tanto Pumalín se convierta en santuario, estará protegido de la avaricia explotadora de quienes consideran al ser humano la corona de la creación y de su envidia patética. Poco importa si el señor Tompkins se hace un millón de veces más rico.

Con esto elimino dos cuernos del engendro tricórneo con el que Burr Cerda quiso asustarnos.

El otro cuerno es falacioso. Se nos dice que la izquierda materialista saca al ser humano de su cumbre para ponerlo a la misma altura ontológica que el resto de los animales y criaturas de la naturaleza. Pero no sólo ellos, también Nietzsche, a quien ninguno tendrá por izquierdista, sostiene una idea semejante: “Él (el ser humano) no es ninguna corona de la creación, cada ser, comparado con él, está al mismo nivel de perfección…” (El Anticristo, par. 14)

 

Vistas de la Laguna Verde en Conguillío: Quienes la conocen verán la extrema sequedad y la indefensión en que estaba el bosque. Ya llegó la lluvia y el incendio que deducimos en la foto de la izquierda, hacia el sector del Tiuque habrá sido aplacado. Fotos de Víctor Hazeldine

¿Hasta cuándo deberemos soportar que los cristianos se arroguen la comprensión cabal de la realidad, tras un daño históricamente irrefutable en contra de la naturaleza, por no hablar del exterminio de culturas completas? ¿De dónde sacan el peso moral para sus reiterados ataques?

¿Por qué les preocupa tanto que Douglas Tompkins se enriquezca? No nos saldrán con razones patrióticas, supongo. Mientras el bosque esté protegido de la arrogancia racionalista de quienes se creen esencialmente diferentes del resto de los animales y con derecho a explotar la naturaleza en beneficio propio y de sus partidarios, poco importa si alguien se hace más rico. Yo personalmente no le envidio la riqueza a nadie.

El señor Burr Cerda debiera saber que la teoría de la evolución se quedó estrecha para explicar las relaciones recíprocas en la naturaleza. La cooperación es un fenómeno bastante habitual que trasciende la pura lucha por la subsistencia y la selección natural.

Se queda corto y su examen es estrecho. Una vez más queda claro que la tolerancia es algo que los miembros de la religión dominante aún no aprenden. Por suerte ya no tienen todo el poder.

Gerardo Santana Trujillo