Parque nacional Conguillío: a la izquierda Las guardianas en el mallín del alto, por detrás de la Sierra Nevada; al medio, el lago Conguillío en día nublado; a la derecha, el lago Conguillío y la Sierra Nevada.

Querido amigo

Muy buena  tu carta, llena de temperamento y fuerza vital. Tocas, como es tu costumbre, los temas más  importantes para un ser humano valiente y consciente, un verdadero palo de maestro zen.

Estoy de acuerdo contigo en que el hombre racional ha construido un mundo inhumano, por incompleto, por hipertrofia o hipotrofia de sus potencias. Éste lleva una vida dominada por la tiesura corporal del exceso de intelecto y la cojera emocional.

Cierto también que tanto afán por hacerse de un saber fundado en los idiomas y en el pensar racional no brinda mucho a fin de cuentas. Pero según tu propia forma de ver el mundo, cada cual recorre su propio camino, más o menos despierto, acercándose casual o conscientemente al sentido de sus días, en una existencia sin más ayuda que la propia intuición. Porque no creo vayas a sostener un dogmatismo tozudo en cuanto a haber encontrado una verdad que vaya más allá de tí mismo.

La idea del aquí y ahora no es nueva (como la mayoría de las ideas que algunos querrían adjudicarse a sí mismos) y yo vivía de acuerdo a ella en mi juventud. Supongo que tanto transar con la sociedad, para poder lograr una actividad que dé para llenarse el buche, sin molestar a nadie, o para aspirar a una vida mejor y no ver más el desprecio de los burócratas y empleaduchos, me fui desensibilizando respecto del presente. No obstante, sé como pocos vivir el tedio.

Así se van pasando los mejores años de la vida, en el convencimiento de lograr un sitio entre los hombres, que te asegure respeto y un buen pasar.

¿Quién podría enrostrarme que no soy capaz de romper con las viejas ataduras o de lanzarme de cabeza al abismo? ¿Dónde están los gurúes  y carismáticos?

Cuestionas mis estudios filológicos y te preguntas si encuentro placer en la lectura de los griegos antiguos. Yo lo plantearía como la suerte de cerrar el círculo abierto de una educación comenzada hace muchísimos años, cuando no soñaba siquiera con esta posibilidad. Son muchos los textos que había leído, filtrados por el conocimiento idiomático de algún traductor, que al leer de nuevo he debido reinterpretar y repensar.

También es cierto que hace ya mucho tiempo no quiero saber nada más de la vida académica. Ya en Chile había entrado en conflicto con la actividad docente. El profesor profesa, hace un acto de fe, que no estoy dispuesto a transar. Ya en Chile no quería saber nada más ni con el hombre racional ni con el animal del rebaño. Uno es un dogmático de la razón; el otro lo es del sentido común.

He debido, no obstante, aceptar que la racionalidad también tiene su lugar en la vida humana. El problema comienza cuando su papel se torna preeminente y autoritario, frente a otras formas de aprender y desarrollarse, de modo integral, motriz, psíquica e intelectualmente.

Debo reconocer que la estadía en Europa me ha costado caro. He despertado un par de males y deteriorado mis nervios. No es fácil vivir con estos gringos de mierda y es fácil transformarse en alguien que no ve la maravilla ni puede ya vivir la vida de modo sencillo.

Cuando hablo de volver a Chile y de trabajar en educación, en el fondo expreso mi más completa incertidumbre sobre la actividad que realizaré para ganarme la vida. Comercializo como todos, tengo algo que ofrecer en el mercado de los talentos.

No creo, eso sí, que me atreva a vender la pomada del mejoramiento de la personalidad. Tendría que ser yo mismo un ejemplo viviente. Me gusta más buscar solo y correr el riesgo de perderme, pero no quiero seguir los preceptos de nadie, a menos que se identifiquen con mis propias intuiciones anímicas.

Me llama la atención que reduzcas el pensamiento racional de occidente a la fórmula de Descartes: cogito ergo sum. Este filósofo pertenece a la tradición matemática. Hay por lo menos otra dirección, la del pensamiento dialéctico. Éste echa mano también de la analogía y el mito y busca el contacto con zonas de la conciencia más allá de las potencias calculadoras o implicadoras del pensamiento lógico matemático.

Claro que gente como Hörderlin y Nietzsche representan el modo intuitivo y estaré con ellos, más que con los psicoterapeutas.

A tu sentencia “amo, luego existo” no puedo darle así no más mi consentimiento. Según creo, primero, y de modo crudo, existimos y lo que hace el amor, sea cual fuere el significado de esta gorda palabra, es tranformar una existencia en bruto en existencia humana.

Desconfío de los maestros de desarrollo personal, de espiritualidad. Yo llego a la fuente de mi fuerza a través de las artes marciales y siempre que me descuido y pierdo condición física, recurro a mis katas y a la meditación, para volver al centro de mis motivaciones. Tengo la impresión de que en occidente no se ha acuñado nada nuevo en materia de tratamiento terapéutico. Acuso expresamente a la psicología de ser un remedo de ciencia natural. Se ha tornado demasiado técnica y analítica.

A los seguidores de Gurdjieff los tengo por repetidores, impostores, soñadores de una sabiduría que de existir, estaría en poder de unos pocos, desconocidos por nosotros. Me parecen chistosos los que acuden a talleres de desarrollo personal y salen inflados por estar en contacto con la doctrina de este o aquel perico de los palotes. Está lleno de charlatanes el mercado de los vendedores de ilusiones. No encuentro nada que no haya sido ya trabajado en los Vedas o en el budismo o en otras formas antiguas de trabajo espiritual.

Aquello que me cuentas de la experiencia de retribalización sanadora estoy seguro me haría muy bien. Me molesta la manada, en todo caso. Sólo pensar en ella me pone agresivo, me exaspera el miedo de los débiles. Ha de haber creo yo un grupo adecuado para mí, aún no lo he encontrado. El término hermandad transitoria lo apruebo y no creo que pueda establecerse otro tipo de relación, más estable y definitiva. Me parece ilusorio creer en un estadio superior, menos mezquino para la existencia humana. Veo mucho esnobismo e impostura en aquellos que se dedican a las prácticas espirituales.

Lo tuyo lo respeto, porque eres un ejemplo viviente. Has buscado toda tu vida la manera de potenciar en ti mismo una vida más humana.

 

Vistas de la Laguna Arcoiris y la Laguna Verde, en Conguillío. Fotos de Víctor Hazeldine

Me envías un trabajo sobre el elemento femenino y el concepto de masculinidad. Me agrada, trata de modo valiente un tema tabú para una cultura como la chilena. Una de las razones por las que me mantengo en Europa es el atraso de la población masculina chilena, presa en la intolerancia y el prejuicio socarrón hecho institución.

Me hablas de Victor Frankl, el terapeuta alemán. Busqué en la biblioteca y encontré una lista interminable de publicaciones. Saqué cuatro: Das Leiden am sinnlosen Leben, Theorie und Therapie der Neurosen, Ärtzliche Seelsorge, Anthropologische Grundlagen der Psychotherapie. Por el título, me atrajo el primero de ellos (El sufrimiento por una vida sinsentido). Me gusta el tema, pero no tanto su tratamiento. El autor sabe muchísimo, pero no escribe muy bien. El texto padece de la sequedad de los informes académicos. Además es cansador leer tanta casuística, en el estilo del informe médico. De todos modos, resultó muy instructiva tu sugerencia de lectura.

Muy bien eso de buscar algo nuevo para la vida propia. Se ha de tener valor para lanzarse al agua, para dar un paso en el vacío. A mi no me cuentan cuentos. Ya he saltado hartas veces, y he caído mal, he quedado con cicatrices que hasta hoy masajeo incesantemente para que no se endurezcan y entorpezcan el movimiento.

Esta bien eso de no quedarse en lo viejo y repetido por siglos, mas ¿no se mantiene el ser humano por siglos de siglos en sus características más universales? De ello proviene la importancia de algunos clásicos, que acertaron alguna vez con una figura interpretativa de la naturaleza humana. Por ejemplo, los conocidos mitos de Edipo, del Minotauro, del hilo de Ariadna, etc.

Asimismo, en las escrituras antiguas de tibetanos, hindúes, persas, egipcios, griegos encontramos claves más o menos acertadas para la comprensión del alma humana.

Como ves, no se puede ignorar el pasado. Se corre además el riesgo de dar por novedosas cosas archiconocidas. Un conocimiento de la tradición y una preocupación no obsesiva no nos hará daño. Por el contrario nos servirá de piedra de toque para juzgar nuestros barruntos de creatividad.

Con lo anterior respondo a tu apasionado ataque en contra de las puras palabras y libros y leseras leídas e idiomas aprendidos. En este último punto se te pasa la mano, pues un idioma aprendido significa contacto vivo con el alma de otra cultura, el alma propia se enriquece y como el lenguaje no es puro razonamiento ni utilitarismo, el silencio de la soledad y la muerte es desplazado por la música benigna de la poesía.

¿Que qué hay de mis dolores, mis llantos, mi darme sin esperar, mi apechugar, mi atreverme sin miedo, mi enfrentarme a mi mismo, mi proyecto de vida cototudo? Pues que nadie más que yo mismo sabe de todo ello. Nadie puede decirme adónde conducir mi vida del mejor modo.

Querido amigo, me despido hasta la próxima. Te agradezco que te mantengas en contacto.

Gerardo Santana Trujillo